viernes, 17 de septiembre de 2010

Terremoto humano


Vengo llegando de Haití luego de dos semanas de estar distribuyendo ayuda en una pequeña ciudad 3 horas oeste de la capital. El terremoto en Haití fue el 12 de enero de este año, hace 8 meses y una semana, pero el desastre persiste, solo que ya no es desastre, es tragedia. Haití parece como si el terremoto fue hace 5 días: Aun se ven las pilas de escombros, las casas a medio caer, las calles trizadas, las carreteras sin reparar. Puerto Príncipe desde el aire parece una sabana de parches blancos, sólo que los parches son campamentos de carpas y plásticos que albergan hasta 30.000 familias.

La ciudad sigue como si nada; sigue siendo un mercado gigante donde de día hombres y mujeres se mueven de aquí para allá con cuanta prisa, bultos enormes sobre las cabezas, los autos y camionetas avanzan con dificultad entre el mar de personas que se mueven vendiendo y comprando, comprando y vendiendo. Donde antes había un pequeño local de ropa, ahora la ropa se vende sobre la calle, detrás del local derrumbado, colgada sobre las rejas. Los mecánicos se tomaron una vía más sobre la avenida donde trabajan, ya que la que tenían antes ocupada ahora está llena de escombros. Los haitianos siguen su vida como siempre.

Lo que llama la atención son las camionetas blancas...más de la mitad de los vehículos privados circulando ahora por Puerto Príncipe son camionetas blancas arrendadas por una ONG. Están todos: ONU, OIM, CARE, IFRC (Cruz Roja), OXFAM, UNICEF, la que se te ocurra, vas a ver una (o varias) camioneta blanca en algún momento con el logo pegado en la puerta. Hace poco vi un reportaje que relataba el progreso en Haití después de 6 meses, haciendo seguimiento al dinero que los estadounidenses donaron, 1,2 billones de dólares…160 millones en hospitales móviles y medicamentos, 90 millones en comida, 16 millones en agua. Son más de 700 millones de dólares, concluyen, que están esperando ser gastados…pero les aseguro que se están gastando. En qué? En esas camionetas blancas. Esas camionetas que llevan 4 personas blancas que comen almuerzos y cenas importadas de 15 dólares todos los días, que duermen en hoteles totalmente copados con oficiales de cada ONG imaginable, que reciben sueldos altísimos por trabajar en “desarrollo”, en un contenedor adecuado como oficina con comunicaciones, computación y aire acondicionado, todo nuevo, todo funcionando. Cada camioneta tiene motor 4.0 y necesita combustible, mucho combustible y muchos repuestos; los oficiales de ayuda internacional necesitan un chofer que hable creole e inglés, seguridad, médicos propios, transporte aéreo, seguros, vacaciones pagadas en Miami o República Dominicana para botar el estrés…a ver si me van entendiendo…sin embargo, los escombros siguen apilados. No vi una sola retroexcavadora, no hay camiones jalando los derrumbes, ni maquinas tapando las calles. Las calles están llenas de hoyos y lo que más hay es arena y cemento arrumado para taparlo, quien entiende de verdad? Los haitianos al parecer, están acostumbrados a esto, pues muchos teniendo su casa en buen estado se mudaron a campamentos en carpas porque así recibían ayuda. Hubo uno que me detuvo en la calle y me exigió que le diera de lo que fuera que estaba repartiendo porque él tenía derecho a ayuda internacional, era su derecho. Otra, después que armé para ella una carpa de US$500, estiró su mano y me dijo que le diera un dólar. Este es el verdadero desastre, es humano. No nos equivoquemos, hay mucha gente en Haití, haitianos como extranjeros, que trabaja bien y hay organizaciones que están poniendo el hombro por comunidades completas, pero las más grandes, de las que más esperamos, de aquellas que tienen en sus manos de verdad cambiar el rostro del país, sorprenden por lo vacío. Sencillamente, el terremoto para muchos era la oportunidad de jubilar temprano. No estaban los ojos del mundo sobre Haití? No se habló de reconstruir una nación que al fin pudiera caminar sola? Los haitianos no necesitan lástima, necesitan trabajos. Haití no necesita migajas de ayuda internacional, necesitan capital, inversión en actividades productivas que permita a los haitianos ponerse de pie y progresar con su propio esfuerzo. Necesita una agricultura pujante para alimentarse ellos mismos nuevamente, y reglas de comercio internacional justas para que puedan ofrecer sus productos en mercados exteriores (a alguien le cabe en la cabeza que Haití importe arroz de Estados Unidos? – léase subsidios a arroceros de USA). Necesitan fábricas dando trabajo por pila a cientos de miles de haitianos creando productos para el mercado más grande del mundo, que está solo a un tiro de piedra de cualquier puerto en Haití. Necesita jóvenes latinoamericanos apasionados que se la jueguen por Haití, que trabajen con amor, sencillez y esperanza. Esperanza que algún día Haití será lo que fue soñada desde el principio: libre, prospera y feliz.