domingo, 17 de enero de 2010

Lo que pasó en Chile hoy


Hoy la derecha en Chile celebra su primer presidente elegido democráticamente en más de 50 años. Los empresarios se frotan las manos, el electorado general, embotado de la euforia que produce la ignorancia, celebra en las calles tocando las bocinas y descorchando botellas. La Bolsa de Santiago seguramente transará más que nunca por los próximos días, y los titulares hablarán de lo histórico del triunfo, de los buenos tiempos que ahora si vendrán.

La elección presidencial en Chile es una larga crónica de la naturaleza humana, precisamente, de esas cosas que no estamos muy orgullosos, pero la mayoría, como hoy quedó demostrado, prefiere ignorar que afrontar.

“Súmate al Cambio” era el slogan del candidato Piñera, hay que cambiar, hagamos el cambio, cambio, una palabra que tomó rehenes las calles.

El Cambio entró por los ojos, oídos, los miles de millones de pesos llovidos en infinitos carteles, pancartas, volantes, bilboards – Piñera con su rostro retocado, su sonrisa de bisturí, su matrimonio en vitrina, donde miraras estaba el Cambio. Se tomó las avenidas, postes, plazas, calló las voces, ahogó los debates, encandiló las masas. Súmate al Cambio, súmate al Cambio, súmate al cambio, era el mantra que se ha vociferado hasta embobar.

Nuestra vocación de ovejas de rebaño, ese instinto que nos sobrelleva si no se combate, afloró exultante en cada votante con la ilusión del Cambio, la sola palabra conllevando todo el significado que cada cual le quiso dar. Nada se dijo del candidato, porque Piñera era Piñera, solo eso, era Piñera, es Piñera, súmate al cambio – los políticos que iban por él y con él se escondían tras sus bustos y cuadros del General hasta que sea hora del conteo de votos y puedan cobrar el apoyo dado entre las sombras. Creo que no sabemos lo que hemos hecho.

El Cambio nos convenció que Frei “no hizo nada en su gobierno” y que la Concertación debe cambiarse porque “lo ha hecho mal todo este tiempo” cuando la abundancia que gozamos hoy es por crecer con igualdad, y hoy, olvidamos desde donde hemos partido. El Cambio nos convenció que en la Concertación eran todos ladrones, como si la corrupción no fuera inherente de la naturaleza humana, sino propia de un partido político. Nos convenció que ni Piñera ni su gente va a robar porque “ya tienen toda la plata del mundo”, ignorando que tener mucho solo produce querer tener más; más dinero, más poder, porque de nada se hastía la codicia humana. Nunca se habló de él, solo se habló del cambio, hoy se pone la banda un empresario que hasta el día de las elecciones aún no se ha desligado de sus negocios, será que ya tenía estudiado cómo reaccionarían sus inversiones ante el escenario de que ganara?

Elegimos un presidente con el poder de la palabra, los medios y el dinero para hipnotizar a un electorado ganoso de sentirse parte de algo del cual nunca ha sido ni será: del club de los patrones de fundo, convencidos que somos como él, él como nosotros, que el “cambio” para él y los de él será igual para nosotros, los de las escuelas públicas, los autos usados, las casas compradas con subsidios que nos dieron aquellos que echamos. El Cambio nos convenció que las ideas de Piñera eran para nosotros, que no había dobles lecturas, que todo era tan fácil, tan fácil como Piñera dijo que es. Fácil como él nos prometió.

Elegimos a un presidente que no cree en las personas, cree en el mercado, esa fuerza divina, esa voluntad inmaculada que no debe ser tocada, siempre ampliada, que gobierne nuestras vidas y relaciones, nuestra cultura, salud y educación. Un hombre que se reviste de valores puros y conservadores pero tiene terror a los pobres, a la gente de La Pintana y La Granja; un hombre que es el ícono del entrecruce de apellidos de “gente de bien”, los colegios de curas, los balnearios top, la Santísima Universidad reservada para los santos.

El Cambio fue altisonante, ensordecedor, rompía los argumentos, los discursos, los hechos y evidencias. Se prometió un bono para todos en marzo, sueldo ético para todos (¿?), un millón de empleos, delincuencia cero, siguiendo al pie de la letra el ideario de derecha de pan y circo, regalos, crecimiento para los que ya han crecido, y cárceles más anchas.

Sin duda que Piñera es hoy presidente, mas que por méritos de él, es porque la Concertación se lo permitió. Hay errores, omisiones y desaciertos que cobraron su precio y el desgaste es obvio para todos. Definitivamente el candidato no era el que debía estar. Quedamos al debe, pero la vida da vueltas. Después de 52 años la derecha tiene una oportunidad ganada de forma cívica, pacífica y democrática. Podrán contar con las empresas, los medios de comunicación y ahora el gobierno, pero la gran mayoría de ese 51% que votó por ellos no tenía la menor idea que estaba haciendo, y las arcas nacionales no tienen dinero suficiente para pagar con bonos la desilusión de un cambio que tarde en llegar, como se les prometió.

Atento con Codelco.

Saludos

kevin