jueves, 12 de marzo de 2009

Ojalá que llueva café?

Hace unos días tomé un bus en Santo Domingo para ir a Santiago de los Caballeros, la capital industrial del país, un viaje de 2 horas en un cómodo bus. Iba a reunirme con una mujer muy influyente de la ciudad, muy bien contactada, que oyó del proyecto y quiso escuchar de primera mano nuestra propuesta. Llegué temprano en la mañana al terminal de buses, y apenas me subí al vehículo pensé qué haría primero, porque como eran 4 horas ida y vuelta sentado viajando dejé un montón de cosas por hacer arriba del bus, para aprovechar el tiempo. En mi maleta llevaba dos libros, el periódico, mi cuaderno para escribir, y el computador para ver películas. Tenía que ordenar mis apuntes, ver la agenda de temas con la dama y ordenar bien los regalitos que le llevaba, calendarios y tarjetas de la fundación, porque quería impresionar a tan importante personaje. Llevaba una presentación, había lavado mis zapatillas, me había puesto ropa limpia - hasta incluso me había bañado antes de salir. El bus salió lentamente del terminal y se enfiló hacia el norte mientras yo me decidía si leer los chismes en el periódico o trabajar en la agenda de temas. Pero en las 4 horas de viaje no pude abrir ningún libro ni ver videos. No es que me quedé dormido o la película del bus era muy buena…Apenas el bus tomó la carretera saliendo de la capital el país se abre en un paisaje que te roba el aliento...nubes grandes y abultadas que decoran el cielo azul, enormes praderas verdes cargadas con todo lo que la tierra produce, kilómetros y kilómetros de pastizales, plantaciones y conucos. Al fondo, la hermosa cordillera que te acompaña todo el viaje, verde, imponente, divino espectáculo que te toca una hebra interior. En todo el viaje no pude despegar la vista del vidrio de la ventana. Las palmas llenas de cocos y agua, los mangos nacientes colgaban de los arboles como grandes cocuyos. Las naranjas y limones, las extensiones de caña de azúcar, las plantaciones de arroz tiñen la tierra de un verde claro que brillan cuando las pasas revelando el agua que carga a sus pies. De verdad es una tierra bendita – pensé- aquí todo crece! En todo el viaje no vi un pedazo de tierra seca, ni árbol sin hoja verde. Los platanales que crecen como mala hierba a la orilla de la carretera se doblan de lo pesadas que están los racimos de plátano maduro, listos para comer. Saqué mi celular y puse una canción de Juan Luis Guerra para estar a tono.

Ojalá que llueva café en el campo
que caiga un aguacero de yuca y té
del cielo una jarina de queso blanco
y al sur una montaña de berro y miel
ojalá que llueva café

Ojalá que llueva café en el campo
peinar un alto cerro de trigo y mapuey
bajar por la colina de arroz graneado
y continuar el arado con tu querer

La isla está anclada en medio de Caribe, el sol brilla todos los días del año, con una temperatura promedio de 27 grados. Tiene un cordón cordillerano que la atraviesa completa, atrapando el agua de las nubes que viajan de sur a norte, produciendo abundantes lluvias. No pasa un día en República Dominicana sin que llueva en alguna parte de ella. En República Dominicana, lo que no sirve para sembrar sirve para poner un hotel y traer a todos los turistas del mundo que pagan montones para disfrutar de sus paradisiacos sitios. La isla tiene para todos los gustos: islas y cayos rodeadas de aguas turquesas, sol para tostarse, kilómetros y kilómetros de playas de arenas blancas, montañas nevadas, desiertos, hotel resorts con todas las comodidades del mundo…en Samaná dicen que se ven los atardeceres mas bellos del planeta. Si hay un lugar en el mundo que Dios hizo con especial cariño, fue este.

Pero había algo más que decoraba la carretera entre Santo Domingo y Santiago: los cambuches. Las casas maltrechas de lata, madera vieja y otros desechos que suben y bajan por la vía entre las dos ciudades parece no terminar, cada cierta cantidad de metros aparece una, y otra, y luego otra. Es la paradoja mas grande, la ironía mas cruel. La naturaleza con su canasto abierto y rebosante frente a retratos de miseria humana. En República Dominicana el 22% de la población vive en indigencia, esto es, con menos de 1 dólar al día. Mas de dos millones de almas que pasan hambre. Juan Luis Guerra cantaba a través del celular…

Ojalá el otoño en vez de hojas secas
vista mi cosecha de pitisalé
sembrar una llanura de batata y fresas
ojalá que llueva café

Pa que todos los niños canten en el campo
ojalá que llueva café en el campo
pa que en La Romana no se sufra tanto
ojalá que llueva café en el campo
ay, ojalá que llueva, ojalá que llueva, ay ombe
ojalá que llueva café en el campo
ojalá que llueva café...

Juan Luis Guerra escribió esta bella canción hace muchos años, deseando que lloviera café en los campos de su país donde existe tanta hambre, pero de verdad, que pretende? Si el café se da solo, tal como la yuca, el plátano, el mango y la batata! La fruta se pudre a la orilla del camino, el campo no hace sino derrochar vida. El café no caerá desde el cielo pero si brota con fuerza desde la tierra.

“Pa que en la Romana no se sufra tanto…”??? La Romana es la ciudad principal en la carretera entre Santo Domingo y Punta Cana, una carretera que atraviesa 3 horas de campos y campos vacios. Completamente vacíos. Campos que podrían estar llenos de vacas, ovejas, chivos, gallinas, siembras, arrozales, bateyes, conucos, o si prefiere, café, hasta perderse en el horizonte. En la Romana está “Casa de Campo”, el recinto residencial – resort mas exclusivo del Caribe, donde hace dos semanas vino George Bush padre a descansar, invitado por un empresario dominicano. Las propiedades en Casa de Campo no bajan de 2.5 millones de dólares.

República Dominicana podría alimentar a Estados Unidos sin esfuerzo, exportar sus manjares naturales por toneladas a Europa y a Japón, criar millones de vacas en sus campos abiertos, brindar a sus hijos una vida rebosante de pan. Sin embargo, el 80% de los productos agrícolas dominicanos no pueden entrar a Estados Unidos, no porque el fruto es de baja calidad, sino porque el procesado y empacado es tan rudimentario que no cumplen los mínimos estándares de calidad para entrar. El plátano y la yuca dominicana ha sido completamente desplazadas por la de Costa Rica en el mercado del norte. Será la maldición de la abundancia, los arboles crecen tan tupidos (llenos de fruta) que no podemos ver el bosque. Se entiende que se pase hambre en los países africanos en guerra civil, en las peladas montañas del altiplano, en los secos desiertos de otra latitudes, pero no aquí. En República Dominicana se sufre otra pobreza si en el paraíso en que viven sus compatriotas pasan hambrientos.

Ojalá que llueva café? Que llueva! Pero ya que estamos en esas, creo que sería conveniente también que cayera ya molido, en unas lindas bolsitas plásticas, listas para colar en la cafetera. Ya tu sabes!